Es cierto,
mañana a las cinco y treinta aproximadamente sale el sol.
Es cierto, y pocas cosas son tan ciertas;
tus piernas quizás,
tu nombre tal vez.
Heme aquí
aquí mismo debajo de la noche
de la mismísima noche que me vio nacer.
Sueño
o
hago el amor con la noche.
Despierto con el pulso agitado
¿Despierto?
Ya se ha perdido esa certidumbre
y algunas otras también:
la salida del sol
ya no es
algo cierto
profundamente cierto.
¿Qué ha pasado entre la primera y la segunda parte de esta poesía?
¿Quién ha sembrado esa duda, que saca al sol y al amanecer de esa dorada seguridad?
Tu.
Tu has pasado.
Una pequeña alusión a tu existencia y el día mismo es puesto en duda.
Más quisiera yo que fueses una mujer
para ejercitar mí asombro de hombre.
Más quisiera yo que tuvieses nombre,
lo diría una y otra vez.
Pero eres solo una alusión en este poema,
un viento fresco que entra por la ventana,
una alusión, inevitable alusión.
(Todo este poema es un círculo
es un dar vueltas a tu alrededor)
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